domingo, 8 de febrero de 2015

RUINAS DEL CERRO PARATÓN: CIUDADELA DE WALLIBAMBA


Apu Paraton
Estas famosas ruinas de una ciudadela de la resistencia Inca, ante el avance inminente de los españoles. Este fue el último bastión de la huida hacia la amazonía peruana en busca de refugio. Esta ciudadela, por su estrategia en defensa y por el dominio de observación de un amplio horizonte, desempeñó un papel importantísimo en la red de caminos que unían la ciudad de Cajamarca con la de Quito durante la época del incanato. Es probable que a fines de la tercera década del siglo XVI fuera visitada por Wayna Cápac, en su último viaje del Cuzco a Tumibamba, habiendo recibido el honor respectivo por parte del curaca mayor Patachaque, autoridad ejemplar, cuajada en las artes de la guerra y la administración, muy querida por su pueblo Wallibambino.
Patachaque, convocó de inmediato a una asamblea popular. Cuando estuvieron reunidos los angustiados habitantes Wallibambinos, con inquebrantable serenidad habló en su idioma nativo:
«Hermanos míos de esta querida Wallibamba. Una sombra de infortunio ha querido opacar el destino de nuestra raza. Hace poco un mal desconócelo. Hoy, en la gran Cajamarca, se encuentra preso nuestro padre Atahualpa. Personajes venidos de otros mundos, que hablan otras lenguas, que adoran otros dioses, que poseen armas que brillan y suenan en los combates, causando mortandad y desolación, han invadido nuestro imperio. Estos hombres son malos, les gusta la lujuria, la embriaguez y la riqueza del oro, plata y piedras preciosas. Pronto llegará el día en que ingresen a esta desguarnecida ciudad. ¡Nuestro destino está señalado!: O nos quedamos para ser esclavos a perpetuidad, o nos internamos en esa desconocida región de los bosques. Al decir esto, con su diestra señalaba lejanas regiones del oriente-. Soy respetuoso de su decisión». Agachó la cabeza y esperó el veredicto de la concurrencia.
Quillasumac, una de las tantas y bonitas acllas habló:
«Padre Patachaque: Hace muy poco tiempo tuve un sueño revelador. Soñé que un poderoso Waman (cóndor) se posaba en el adoratorio de la cima de nuestro taita Paratón. En sus garras aprisionaba una indefensa vicuña. Cuando se disponía a disfrutar del festín, la vicuñita que estaba muerta, revivió y de pronto se convirtió en un animal grande que arrojaba fuego por la boca y por la nariz. El Waman quiso volar y no pudo, sus patas se hallaban enredadas por numerosas serpientes; finalmente el fuego acabó con todos ellos»..
La muchedumbre al escuchar, primero las palabras del gran Patachaque y luego el revelador sueño de la joven ñusta, con reverencia y recogimiento imploraban protección de su dios sol, de la luna, de las estrellas, de Wiracocha y de otras divinidades.
Una voz poderosa, pausada, convincente, se hizo escuchar. Era el venerable Willaca (sacerdote).
«Con atención he escuchado todo. El sueño de Quillasumac es un mensaje de nuestro Dios, el cual siempre nos protege. Haciendo uso de mis facultades lo he interpretado de la siguiente manera: El Waman es el representante de nuestro Inca, siempre ha votado alto, ha dominado las montañas y ha podido desplazarse tranquilamente a lugares lejanos. La humilde vicuña representa a nuestro pueblo indígena, bello en su alma y obediente al gran señor, al que debemos nuestra vida y respeto. Las serpientes significan las cadenas de la esclavitud, a la cual nos someterán esos hombres blancos que todo lo pueden. La candela, que arroja el animal grande, es la guerra que todo lo acaba sin respetar los valores de la vida, del trabajo o de la belleza. En consecuencia, nuestro Inca será muerto, nuestra raza será esclavizada y cruelmente explotada por esos buscadores de oro y plata... Pasarán muchos siglos para que nos repongamos y les devolvamos su moneda mediante el uso de la guerra, pero no de esa guerra que destruye lo bello, como lo hacen ellos, sino para destruir los abusos, las injusticias, la humillación, construyendo un mundo lleno de amor, de trabajo y de justicia. Por tanto, antes de que nos aniquilen en nuestra desguarnecida Wallibamba hay que armamos de valor, porque en estas circunstancias, eso es lo que necesitamos. Dejemos esta querida tierra, donde se quedará parte de nuestra vida, y vayamos muy lejos, allá, donde señaló el poderoso Patachaque. Ese es el sitio donde viviremos tranquilos, allí daremos el inicio de nuestra preparación para que nuestras generaciones posteriores venguen el estado de opresión que hoy aqueja al ya destruido Imperio de los Incas».
Todos juzgaron que esa era la mejor solución. El éxodo de Wallibamba estaba aprobado.
Esa misma tarde se inició el abandono de la ciudadela. La considerable masa humana, conformada en su mayoría por niños, mujeres y ancianos, iban perdiéndose en la espesura de la floresta, decididos a trajinar por mucho tiempo en busca del lejano lugar donde fijarían la nueva morada.
Han pasado cuatro siglos y las palabras del Willaca empiezan a hacerse realidad, de igual manera, las ruinas de la ciudadela incaica recién han sido descubiertas. Wallibamba es conocida en pequeñísima dimensión, pues; la mayor cantidad de los restos arquitectónicos se encuentran enterrados y cubiertos por una impenetrable vegetación.
Es un reto para la juventud el descifrar el enigma que guardan las ruinas de la ciudad del Paratón.

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